lunes, 23 de enero de 2012

MIRAD MÁS QUE ELLOS


¡Mirad que altas las antenas!
¡Es el tigre, el tigre que nos indica el camino a casa!

Duermo en la ría
y los sueños son pequeños caminos de barcos.

Semejante a la doña que ocultó su boca perfumada en un espejito del 4ºB y que sólo les mostró a los obreros el acero del que estaban tejidas sus medias, metal suave del que ahora sólo queda el aullido de “La grulla roja”.
Ave paralizada por las pisadas de maletas que fue mi primer puente al nuevo hogar.

“No recuerdo haber sido agosto” cuelga de un papel.
La plancha no funciona en el piso.
Se oyen voces de túnel que provienen de los enchufes.
Seguramente en una frase en la que miente,
El Argentino dejó sus veintidós años para malvivir en París
y conocer su canción de esmeraldas en los charcos,
azul oscuro y cierta como la calle donde nos atraparon.

Estoy en todas las partes a las que algún día he de llegar andando.
Las gaviotas pueden nadar bajo el óxido
pueden entrar a la tienda y llevarse secretos
y remontar, si las llaman por su apodo de marino, el vuelo.

Las hojas secas vuelven a soñar a la ría
Mientras, despiertas, venían de mí.

Aquí es donde le cuesta al sol atardecer
y la noche se muere de frío.

Tengo los zapatos recién tendidos pero listos.
Cualquier mancha en el aire
es más inteligente,
más entendida,
sabe más que yo,
y no tan solo de poesía.

No puedo leer este poema o se acabará.

Los cohetes vuelven a casa
y las chicas que no saben patinar esquivan
¡Sí! ¡esquivan las farolas!

-Dimas- También conocido como “Drimaselsupervillano”



A propósito de...


Cuando llegué a Bilbao, ciudad en la que ya llevo un par de meses, fueron muchas cosas las me vinieron de golpe y me presionaron hasta agobiarme, ya sabéis, buscar piso, el dinero, la nueva universidad donde no conocía a nadie... pero el caso es que un día de agobio de éstos, al acabar la primera semana de estancia en Bilbo, con el poco dinero que tenía en el bolsillo cogí un litro de cerveza fría del primer videoclub que vi y me fui a relajarme y a escribir medio ciego en un banco mirando a los transeúntes y a la ría de la ciudad. En ese momento se fueron todas las pajas mentales, las ansiedades y los escalofríos y observé con mi boli y mi litrona todo lo que podéis leer en este poema. Un saludo queridos lectores indigentes.