viernes, 26 de julio de 2013

Jueves, Brooklyn Este


¿Recuerdas cuando me llevabas a la playa
A comer paella 
y a que me olvidara de toda aquella mierda?

De la niña que por su enfermedad,
Había envejecido sesenta años o más
Y se le había rizado y encanecido el pelo,
Y ahora alimentaba a palomas tumorosas
Que se dejaban caer junto al sol mediano de Brooklyn
Por las ventanas, de par en par abiertas, de su piso.

Nunca debió levantarse la falda
Y enseñarnos sus nalgas.
Que el cáncer de ovarios
Le haya ridiculizado el culo
No es razón suficiente para que yo no pueda
Olvidar el contraste entre aquella piel sin vida
Y el mejor de sus rosas y fosforitos tangas.

Después de creer que éramos sus confidentes,
Nos bajó a aquella putrefacta y encharcada cochera
Donde daba de mamar a su hijo.
Un niño que era como un viscoso líquido
Que cambiaba continuamente de forma
Y que tan de pronto era un grupo de ratas
Que saltaban a tus espaldas, sonrientes,
Como con el síndrome de Angelman,
Que tan pronto era la hipnótica luz
De una voz fluorescente.

 ¿Crees que podré untar la suficiente arena en mis ojos
Como para olvidar a aquella chica morena y gorda
Que iba vestida de “Lobezna”
Y que entró en nuestra recién adquirida tienda
Con bolígrafos y utensilios de cocina como garras?


 Aun me meo en las rodillas y me dan arcadas
Cuando me acuerdo de cómo hizo vibrar
El doble acristalamiento de nuestros nuevos escaparates
Con su ronca respiración de ecuatoriana elefante.
Almacenaba todo el sudor de sus ingles
Como si fuera el agua de una presa
En sus mallas desconsideradamente ajustadas.

¡Entró al establecimiento a retarnos!
¡¿Por qué?!
¡¿Cómo iba a saber ella lo que hacíamos allí con los niños?!
Primero os tumbó a vosotros con un solo empujón
De aquellos brazos blandengues
Creyéndose una justiciera de tebeo.
Luego, tuve que coger yo el cuchillo de sierra
Más largo e italiano que teníamos
Y desarmarla de todos aquellos
Bolis Bic/Garras,
Mirándola fijamente a su considerable bigote.

Forcejeó conmigo hasta que conseguí inmovilizarla
Y lanzarla a un colchón recién llegado,
Que llevaba aún el plástico
Y que había en la esquina con otros trastos.
Y ¡Rediós! ¡Luego quiso besarme!
¡¿Qué coño se le pasaría a aquella engendra
Por la cabeza?!
¡O vienes a matarme o vienes a quererme!

Sé que el sonido de las olas es terapéutico
No paran de repetirlo en la teletienda y lo he leído en folletos
¿Pero qué me dices de aquel chef de metanfetamina
Que había dejado, por otra parte su excelentísima labor, a un lado
Para superar un cáncer pulmonar junto a su suntuosa familia?
La mujer demasiado experta y obsesa
El primogénito, patizambo y retrasado
Y la dulce niña recién nacida
Que no tenia ni idea de lo que se le venia encima.

¡Aquel tío, vino a cocinarnos caracoles
Según marca el estilo de El Paso
A nuestra casa de campo, Charlie
Y acabó mezclando meta con salsa de tomate
Y haciéndose rayas con eso
Delante de los niños que teníamos como efebos
Y de mi libro preferido de Bukowski!

¡¿Qué ejemplo se supone que les estás dando a los chicos?!
¡¿Pero que coño…?!
¡¿No llevabas una larga temporada condenadamente limpio?!
Así que la Guardia Civil no tardó en venir a husmear
Alertada por el olor a picante y químicos
Que salía en columna desde nuestra cocina.

Pero la peor de todos los momentos, Charly,
El que tendré que rezar para que se meta el solo
Bajo todas las cabriolas azulverdosas del mar,
Es el recuerdo de aquella chica que llevaba pantalones cortos
Bajo el vestido de verano.
Siempre me daba un nombre imaginativamente
Y verdaderamente falso
Cada vez que le preguntaba.
Se largó con los que la trajeron
Cuando me hubo ganado a todo tipo de juegos de cartas.
¡Ojalá ese lunar informe que señalaba su cadera
La devore hasta las cejas y me inviten a la fiesta!

-Dimas- También conocido como "Michiguito"



lunes, 8 de julio de 2013

Soñad, insensatos.

Tras dejar atrás el tono tenue del adormilamiento, cayó en la oscuridad más absoluta del sueño. Era aquí cuando, normalmente, ya no podía dar marcha atrás, y tanto sus pensamientos como sus sentimientos afloraban y circulaban a su antojo. Y esta vez no fue una excepción. Fue todo un desbordamiento, con un incierto orden, pero orden al fin y al cabo.
Soñó sólo con un día perfecto, luego con todas las tardes de domingo.
Soñó con muchas chicas con forma de cisne, con un humanizado gato y su pareja blanca en segundo plano.
Soñó -y sintió- un dolor de cabeza, seguido de otro menos intenso.
Soñó con espirotosas relaciones, y con otras rociadas de agua helada.
Soñó con su música preferida, y con otra que no lo era tanto.
Soñó con el único animal que le parecía bonito.
Soñó en blanco y negro, y también en metrocolor -que no era tan brillante como el technicolor, pero con el que le bastaba-.
Soñó con la Gardner sin reconocer su bellísima cara, aunque olió que era ella.
Soñó sin efectos especiales, y con otros efectos que estaban por inventarse.
Soñó con unos ojos violetas, que nunca antes había contemplado, con la sensación de que nunca más los iba a volver a ver.
Soñó con el casi inapreciable erizamiento de unos pezones a través de una camiseta poco ceñida.
Soñó con sonrisas dentadas del revés, acompañadas de carcajadas, acompañadas de lágrimas alegres inconsolables.
Soñó con la primera ventana minúscula, algo que le costó más con la última, pese a que podía reconocer sin dudar el paisaje anaranjado con el que bañaba la habitación.
Soñó con las crisis de identidad, si es que se puede soñar al menos con una de ellas.
Soñó con La Melancolía, que era una auténtica zorra con apariencia de mujer, pero que en realidad era un hombre, o vestía como uno.
Soñó con Su Melancolía, y decidió huir de ella, no con el mismo estilo de aquel noble de la campiña inglesa que lo hizo al oír el lejano aleteo del Amor. No. Se enfrentaría cara a cara con su más íntimo interior. A fin de cuentas, la melancolía, cualquier melancolía, la suya también, era más una enfermedad que un estado grisáceo del alma, como lo era el amor, cualquier amor.