miércoles, 30 de octubre de 2013

Puentes en los que tú no estás.



Cosas que ahora te contaría quedan muertas de nacimiento.
Echo de menos que me arropes ante los terremotos.
El puente, en la madrugada, se siente más frío sin ti.
Y en las noches en las que se empieza a derrumbar
ya no te veo al otro lado animándome a seguir corriendo.

Qué difícil es ahora intentar vivir y qué fácil sería dejarse vencer.

Siempre pensé que en las derrotas existía un elixir agridulce
parecido a la morfina que adormece el dolor.
Alivia las punzadas de la batalla
y relaja el tormento que produce la sombra de la muerte.
Y si no estás tú para luchar por el calor de mis mejillas,
¿no sería maravilloso abrazarlo cuanto antes?

miércoles, 23 de octubre de 2013

Bienvenido, Mr Marshall

Esto es muy raro. Normalmente estas cosas no se hacen por aquí. Pero claro, son ingleses, o estadounidenses, o de más lejos. Nos hablan en inglés, eso es lo único que tengo claro. Es complicado. Nos cuesta comunicarnos, y ambas partes hacemos lo posible por hacernos entender. Pero es verme a mí y salen hacia otro compañero o hacia otro corrillo de conversación. Soy un hombre de señas y eso no gusta por allí, parece. Pero es que mi inglés está un poco oxidado, aunque en mi currículum siempre pongo que mi nivel es “excelente”. Nunca se han molestado en comprobarlo. Y aquí estoy, necesitando hablar inglés, pero solo tengo un vocabulario escaso, una pronunciación deficiente y una timidez endémica que hoy no me deja trabajar. ¡Pero es que esta situación es de lo más extraña! No sé cómo comportarme. No paro de mirar a mis compañeros y creo ver en ellos la misma expresión de incómoda incredulidad que me angustia. ¿O este agobio es por la condenada pajarita que siempre me pongo? No sé. Pero esto no es normal.

- Mi amigo... allí... te dirá... - ante mi baile gestual, solo recibo miradas de incomprensión como respuesta. Mi vergüenza, cuando se dan la vuelta en la dirección incorrecta, sale de nuevo a la palestra en forma de mejillas sonrosadas. 

Suelo pensar en mi muerte, eso es verdad. No en cómo sería, en qué sentiría o qué habría después. Lo que me gusta es pensar en mi funeral. Siempre he querido que lloviera ese día, para que los trajes negros fuesen más oscuros todavía y para que las lágrimas silenciosas fuesen más inconsolables. Siempre he querido que mi funeral estuviera repleto de gente, de paraguas, de flores tétricas de tan coloridas que fuesen, de nubes que mostraran el respeto que nunca se han atrevido a profesarme. Siempre he querido que la gente estuviera triste, que sufriera. Así debería ser ese día. ¡Y no esto! Estoy pensando en decir a mi familia qué quiero que se haga cuando muera. ¿Se pueden poner esas cosas en los testamentos? ¿La gente tan joven hace testamento? No sé. Pero esto no es normal.


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