lunes, 4 de marzo de 2013

Los cobardes no saben bailar

 


No voy a ir esta noche al baile.
Sé que habrá bebida gratis de las marcas
que normalmente no puedo pagar
y buena música,
porque para eso han contratado a un dj negro
con estilo al andar y el pelo gracioso.

No voy a pasarme esta noche por el baile.
Sé que habrá gente medianamente interesante
que reirá mis tentativas de ser elocuente
y que me agradecerán sinceramente
que me deje los codos en la barra junto a ellos.

Pero no voy a poner una lavadora,
ni a modificar ligeramente mi peinado de entresemana
para que parezca el de los fines de semana.
No voy a copiar los pasos de baile de reyes de la pista de películas de los setenta.
No esta vez.

La hora de apertura de puertas
y el aroma de entrantes recién rehechos;
me pillarán tumbado en mi pequeña habitación
viendo pasar los techos ,
que son uno y quieto
para los inexpertos,
soplando a las colas de nubes de telaraña
para que se balanceen sus dueñas y me decoren
las otras esquinas, las vacías y aún desenredadas.

Querría pisar fuerte la moqueta del salón,
notar el peso de mi propia huella
y luego levantarla y ver que no ha pasado nada.
Así sucesivamente hasta llegar al minibar
o al cuenco de las palomitas

Querría ver tropezar a los jóvenes camareros
a causa de canastar su mirada
en los distintos pechos de las reinas y de algunos de los adefesios
que han decidido sacar a juicio todo el pecho
que tenían en clase celosamente escondido.

Querría notar de nuevo el tacto de los bolsillos
de mis vaqueros preferidos
y contar los agujeros de mi cinturón
para ver cuanto he engordado desde la última actuación.
Plantearme si afeitarme o no.
Usar las muestras gratis de perfume de señor
que llevo tiempo queriendo usar y guardando
junto a cosas igual de inútiles en un mismo cajón.
Decir a todos que voy a estar ocupado
y voy a desaparecer un par de horas con la noche
y que luego voy a ver hasta donde llega el coche,
que veré amanecer acompañado y atado a una manta gruesa
mientras el sol deja un rastro de confeti sobre nuestras cabezas
y de los árboles cuelgan ajorcas de escarcha.
Luego llegar a casa,
lanzar los zapatos,
reírme del calendario
y dormir durante un par de semanas sin notarlo.

Pero no voy a ir a ese baile.
No porque estarás tú,
tú y todos los significados y significantes
secuaces de que no me aguantes.
No, porque aparecerás con unos pantalones desgastados por detrás,
sublevandote a el arcoiris del resto de vestidos brillantes
que no te hacen sombra, ni mella,
ni alcanzan tu suela
ni se dejan a mis letras.

No, porque llevarás el pelo recogido de cualquier manera
y una sonrisa de niña buena,
que ¿Quién lo diría?
Tiene el mismo talle que mis heridas.

No, porque tendría que escribir de antemano
con Shakespeare a un lado
y al otro el diccionario
cuánto y cómo te tendría que decir
en el saludo “espontaneo”,
en los encuentros cortos y largos,
sobre mi estancia en Marinaleda,
sumándole a que te quedes mas de un minuto,
la improvisación, mis gustos, los tuyos
y una serie de tartamudeos y susurros
que acabarán de una vergonzosa y hipócrita manera,
despidiéndonos,
cosa que siempre suena forzada y falsa
porque yo nunca quiero despedirme de ti,
quiero que te quedes a dos centímetros de mí,
siempre, aunque no digas nada,
aunque no entremos en el ascensor
aunque alguno se salga de la cama
aunque no nos permitan votar porque se entra solo en la cámara
hasta que nos cuenten como uno y un poco

Esta noche no voy a pasarme por el baile.
Me quedaré en casa.
Bajaré a por algo de arroz al chino de enfrente.
Escogeré una de las viejas películas de Allen
e intentaré no pensar mucho en todos esos chicos que te sacarán de la mano a la pista
y lo bien que te lo pasarás no pensando ni un segundo en mí.

A la tristeza o la oscuridad
no le tengo porque ocultar
mi cara fea de cobarde enamorado que no sabe bailar.


-Dimas- Tambien conocido como "Lareinadelbaile"