viernes, 5 de octubre de 2012

Añorados gritos de madre



Ahora que volvía de pasar unos plácidos días de vacaciones en su pueblo, volvía a sentirse infeliz y fatigado. Ahora que volvía de nuevo a los precipitados despertares y a los deficientes desayunos, a los indigestos cafés de máquina y a los medios cigarrillos de descanso, a no dormir la siesta con el zumbido de las moscas acariciándole los oídos, al insomnio technicolor de su apartamento... ahora que veía todo eso tan cercano, a un día de distancia en tren, ahora volvía a sentirse infeliz y fatigado.

(...)

-Si la fotografía es el octavo arte, el cómic el noveno, y los videojuegos son el décimo arte... ¿porque no puede considerarse como undécimo el arte de coger asiento libre en el tren de las 8 de la mañana?
- Por favor, no me maree más con su anormal pléyade de temas matutinos, ¿por qué no puede hablar del frío que hace hoy? -dijo su compañera de asiento.
- No soy como todo el mundo -respondió él, seriamente
- Ya veo...
- Necesito distraer mi mente de esta vuelta al sin sentido, a este eterno retorno, a este...
- ¿Hace frío hoy, verdad? -la entrada del revisor hizo que el mundo volviera a ser de nuevo su mundo también.