No voy
a ir esta noche al baile.
Sé
que habrá bebida gratis de las marcas
que
normalmente no puedo pagar
y
buena música,
porque
para eso han contratado a un dj negro
con
estilo al andar y el pelo gracioso.
No voy
a pasarme esta noche por el baile.
Sé
que habrá gente medianamente interesante
que
reirá mis tentativas de ser elocuente
y que
me agradecerán sinceramente
que me
deje los codos en la barra junto a ellos.
Pero
no voy a poner una lavadora,
ni a
modificar ligeramente mi peinado de entresemana
para
que parezca el de los fines de semana.
No voy
a copiar los pasos de baile de reyes de la pista de películas de los
setenta.
No
esta vez.
La
hora de apertura de puertas
y el
aroma de entrantes recién rehechos;
me
pillarán tumbado en mi pequeña habitación
viendo
pasar los techos ,
que
son uno y quieto
para
los inexpertos,
soplando
a las colas de nubes de telaraña
para
que se balanceen
sus
dueñas
y me decoren
las
otras esquinas, las vacías y aún desenredadas.
Querría
pisar fuerte la moqueta del salón,
notar
el peso de mi propia huella
y
luego levantarla y ver que no ha pasado nada.
Así
sucesivamente hasta llegar al minibar
o al
cuenco de las palomitas
Querría
ver tropezar a los jóvenes camareros
a
causa de canastar su mirada
en los
distintos pechos de las reinas y de algunos de los adefesios
que
han decidido sacar a juicio todo el pecho
que
tenían en clase celosamente escondido.
Querría
notar de nuevo el tacto de los bolsillos
de mis
vaqueros preferidos
y
contar los agujeros de mi cinturón
para
ver cuanto he engordado desde la última actuación.
Plantearme
si afeitarme o no.
Usar
las muestras gratis de perfume de señor
que
llevo tiempo queriendo usar y guardando
junto
a cosas igual de inútiles en un mismo cajón.
Decir
a todos que voy a estar ocupado
y voy
a desaparecer un par de horas con la noche
y que
luego voy a ver hasta donde llega el coche,
que
veré amanecer acompañado y atado a una manta gruesa
mientras
el sol deja un rastro de confeti sobre nuestras cabezas
y de
los árboles cuelgan ajorcas de escarcha.
Luego
llegar a casa,
lanzar
los zapatos,
reírme
del calendario
y
dormir durante un par de semanas sin notarlo.
Pero
no voy a ir a ese baile.
No
porque estarás tú,
tú y
todos los significados y significantes
secuaces
de que no me aguantes.
No,
porque aparecerás con unos pantalones desgastados por detrás,
sublevandote
a el arcoiris del resto de vestidos brillantes
que no
te hacen sombra, ni mella,
ni
alcanzan tu suela
ni
se
dejan a mis
letras.
No,
porque llevarás el pelo recogido de cualquier manera
y una
sonrisa de niña buena,
que
¿Quién lo diría?
Tiene
el mismo talle que mis heridas.
No,
porque tendría que escribir de antemano
con
Shakespeare a un lado
y al
otro el diccionario
cuánto
y cómo te tendría que decir
en el
saludo “espontaneo”,
en los
encuentros cortos y largos,
sobre
mi estancia en Marinaleda,
sumándole
a que te quedes mas de un minuto,
la
improvisación, mis gustos, los tuyos
y una
serie de tartamudeos y susurros
que
acabarán de una vergonzosa y hipócrita manera,
despidiéndonos,
cosa
que siempre suena forzada y falsa
porque
yo nunca quiero despedirme de ti,
quiero
que te quedes a dos centímetros de mí,
siempre,
aunque no digas nada,
aunque
no entremos en el ascensor
aunque
alguno se salga de la cama
aunque
no nos permitan votar porque se entra solo en la cámara
hasta
que nos cuenten como uno y un poco
Esta
noche no voy a pasarme por el baile.
Me
quedaré en casa.
Bajaré
a por algo de arroz al chino de
enfrente.
Escogeré
una de las viejas películas de Allen
e
intentaré no pensar mucho en todos esos chicos que te sacarán de
la mano a la pista
y lo
bien que te lo pasarás no pensando ni un segundo en mí.
A la
tristeza o la oscuridad
no le
tengo porque ocultar
mi
cara fea de cobarde enamorado que no sabe bailar.
-Dimas- Tambien conocido como "Lareinadelbaile"