domingo, 18 de octubre de 2009

Memorias del fin del mundo

Estoy de guardia.
Me siento vacío.
Es una sensación nueva para mí, no sé qué hacer. Creas o no, la monotonía es aquí mucho más notoria que en la vida real (pues esto ni es vida, ni es realidad, es un sálvese quién pueda... es la guerra); es distinta. Sin embargo, empiezo a dudar de que antes hubiera una realidad verdadera, diferente a ésta.
Tengo breves momentos de lucidez. Me agobio, me deprimo, me alegro, me abrumo, me sofoco, me motivo, pero de todos modos, esos momentos de euforia desaparecen en custión de segundos y vuelvo caer en la más desilusionante y repetitiva monotonía.

(¡Estoy harto del olor a muerte y de cuerpos amontonados!)

Mi carácter ha cambiado o eso pienso. Cada día creo menos, o descreo de muchas más cosas. Hablo por no escuchar gritar al silencio, escribo porque sólo te tengo a ti para hablar.
No sé qué escribo, no sé si estoy escribiendo a alguien. Solamente el cariñoso zumbido de las moscas y el susurro incesante del lápiz deslizándose por la rugosa e impredecible textura de la penúltima cuartilla de papel son mis únicos compañeros de vigía.
Guardaré un poco más de papel para ti.

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