lunes, 19 de abril de 2010

Portales de bohemia

Al despertar, la umbría y el relente desaparecieron y me encontré con una callejuela íntima y chisporroteante de vida, donde los pintores callejeros se confundían con los ancianos que tomaban el sol cenital en las banquetas que traían de casa y donde los trileros confundían a los troleros con los viajeros de paso. Me levanté rápidamente, lleno de vergüenza, y salí corriendo de aquel portal mitigador de pesares. Me costaba correr, quizás por mi presteza en quebrar la barrera del sueño y la vigilia o quizás porque la calle estaba en pendiente y yo iba a la zona más alta del barrio, pero no lo pude precisar entonces. Giré a la vuelta de la esquina y tropecé con uno de esos pivotes que impiden a los coches, inexistentes en aquellos lares, estacionar arriba de las aceras. Caí al suelo, siendo los incisivos centrales y laterales los únicos que intentaron frenar mi caída. Aturdido, ofuscado, herido psicológica y físicamente, arrastrándome por el nuevamente suelo rociado, llegué a la entrada de un nuevo portal, esta vez de un pequeño hostal. Y al tercer escalón resucité.

2 comentarios:

  1. Joder usas conceptos de escritor y a veces suena super rimbombante: "callejuela íntima y chisporroteante de vida", "sol cenital", "portal mitigador de pesares"...
    ¿no te parece?

    ResponderEliminar