Ahora que volvía de pasar unos plácidos días de vacaciones en su
pueblo, volvía a sentirse infeliz y fatigado. Ahora que volvía de nuevo a los precipitados despertares y a
los deficientes desayunos, a los
indigestos cafés de máquina y a los medios cigarrillos de descanso, a no dormir la siesta con el zumbido de
las moscas acariciándole los oídos, al
insomnio technicolor de su apartamento... ahora
que veía todo eso tan cercano, a un día de distancia en tren, ahora volvía
a sentirse infeliz y fatigado.
(...)
-Si
la fotografía es el octavo arte, el cómic el noveno, y los
videojuegos son el décimo arte... ¿porque no puede considerarse
como undécimo el arte de coger asiento libre en el tren de las 8 de
la mañana?
- Por favor, no me maree más con su anormal pléyade de temas matutinos, ¿por qué
no puede hablar del frío que hace hoy? -dijo su
compañera de asiento.
- No
soy como todo el mundo -respondió él, seriamente
- Ya veo...
- Necesito
distraer mi mente de esta vuelta al sin sentido, a este eterno
retorno, a este...
- ¿Hace
frío hoy, verdad? -la entrada del revisor hizo que el mundo
volviera a ser de nuevo su mundo también.
Me has dado ganas de escribir. Quizá me ponga a ello
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