¿Recuerdas
cuando me llevabas a la playa
A
comer paella
y
a que me olvidara de toda aquella mierda?
De
la niña que por su enfermedad,
Había
envejecido sesenta años o más
Y
se le había rizado y encanecido el pelo,
Y
ahora alimentaba a palomas tumorosas
Que
se dejaban caer junto al sol mediano de Brooklyn
Por
las ventanas, de par en par abiertas, de su piso.
Nunca
debió levantarse la falda
Y
enseñarnos sus nalgas.
Que
el cáncer de ovarios
Le
haya ridiculizado el culo
No
es razón suficiente para que yo no pueda
Olvidar
el contraste entre aquella piel sin vida
Y
el mejor de sus rosas y fosforitos tangas.
Después
de creer que éramos sus confidentes,
Nos
bajó a aquella putrefacta y encharcada cochera
Donde
daba de mamar a su hijo.
Un
niño que era como un viscoso líquido
Que
cambiaba continuamente de forma
Y
que tan de pronto era un grupo de ratas
Que
saltaban a tus espaldas, sonrientes,
Como
con el síndrome de Angelman,
Que
tan pronto era la hipnótica luz
De
una voz fluorescente.
¿Crees
que podré untar la suficiente arena en mis ojos
Como
para olvidar a aquella chica morena y gorda
Que
iba vestida de “Lobezna”
Y que
entró en nuestra recién adquirida tienda
Con
bolígrafos y utensilios de cocina como garras?
Aun
me meo en las rodillas y me dan arcadas
Cuando
me acuerdo de cómo hizo vibrar
El
doble acristalamiento de nuestros nuevos escaparates
Con
su ronca respiración de ecuatoriana elefante.
Almacenaba
todo el sudor de sus ingles
Como
si fuera el agua de una presa
En
sus mallas desconsideradamente ajustadas.
¡Entró
al establecimiento a retarnos!
¡¿Por
qué?!
¡¿Cómo
iba a saber ella lo que hacíamos allí con los niños?!
Primero
os tumbó a vosotros con un solo empujón
De
aquellos brazos blandengues
Creyéndose
una justiciera de tebeo.
Luego,
tuve que coger yo el cuchillo de sierra
Más
largo e italiano que teníamos
Y
desarmarla de todos aquellos
Bolis
Bic/Garras,
Mirándola
fijamente a su considerable bigote.
Forcejeó
conmigo hasta que conseguí inmovilizarla
Y
lanzarla a un colchón recién llegado,
Que
llevaba aún el plástico
Y
que había en la esquina con otros trastos.
Y
¡Rediós! ¡Luego quiso besarme!
¡¿Qué
coño se le pasaría a aquella engendra
Por
la cabeza?!
¡O
vienes a matarme o vienes a quererme!
Sé
que el sonido de las olas es terapéutico
No
paran de repetirlo en la teletienda y lo he leído en folletos
¿Pero
qué me dices de aquel chef de metanfetamina
Que
había dejado, por otra parte su excelentísima labor, a un lado
Para
superar un cáncer pulmonar junto a su suntuosa familia?
La
mujer demasiado experta y obsesa
El
primogénito, patizambo y retrasado
Y
la dulce niña recién nacida
Que
no tenia ni idea de lo que se le venia encima.
¡Aquel
tío, vino a cocinarnos caracoles
Según
marca el estilo de El Paso
A
nuestra casa de campo, Charlie
Y
acabó mezclando meta con salsa de tomate
Y
haciéndose rayas con eso
Delante
de los niños que teníamos como efebos
Y
de mi libro preferido de Bukowski!
¡¿Qué
ejemplo se supone que les estás dando a los chicos?!
¡¿Pero
que coño…?!
¡¿No
llevabas una larga temporada condenadamente limpio?!
Así
que la Guardia Civil no tardó en venir a husmear
Alertada
por el olor a picante y químicos
Que
salía en columna desde nuestra cocina.
Pero
la peor de todos los momentos, Charly,
El
que tendré que rezar para que se meta el solo
Bajo
todas las cabriolas azulverdosas del mar,
Es
el recuerdo de aquella chica que llevaba pantalones cortos
Bajo
el vestido de verano.
Siempre
me daba un nombre imaginativamente
Y
verdaderamente falso
Cada
vez que le preguntaba.
Se
largó con los que la trajeron
Cuando
me hubo ganado a todo tipo de juegos de cartas.
¡Ojalá
ese lunar informe que señalaba su cadera
La
devore hasta las cejas y me inviten a la fiesta!
-Dimas- También conocido como "Michiguito"
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