sábado, 28 de agosto de 2010

144000


Abrió los ojos. Estuvo unos instantes sin distinguir nada, mientras la vista se le enfocaba. Al hacerlo se dio cuenta que estaba fuera del apartamento, al aire libre, y unos nubarrones negros arrastrados por un fuerte viento de poniente se cernían sobre él y sobre la ciudad, a sus pies. No se sentía seguro cuando llovía, y aquella azotea a la que no recordaba cómo había llegado no era el mejor sitio para resguardarse de una tormenta que estaba a punto de estallar.
Poco tiempo hubo de esperar hasta que el primer rayo atravesó la densa capa de polvo y humo y chocó contra el asfalto. Intentó levantarse, pero no se podía mover. Estaba atado a una rudimentaria camilla de madera. Empezó a forcejear y a desesperarse. Un segundo rayo salvó de nuevo la capa y dio de lleno contra la azotea de otro edificio. Pudo llegar a ver cómo las baldosas se rompían, saltaban hacia la calle y restallaban agónicamente. El miedo apareció, y comenzó a sudar y sollozar. Rompió a llorar cuando vio el pináculo de una iglesia desgajarse ante el impacto de un tercer rayo, en la misma calle de la azotea. No era religioso; no sabía a qué encomendarse.
La tríada de rayos dio paso a una sinfonía de luz. El horizonte que recordaba haber visto antes, coronado por bosques, cerros y praderas verdes, ahora estaba anegado por las llamas. Un círculo de fuego rodeaba la ciudad y comenzaba a adentrarse por sus puertas. Sólo faltaba que aparecieran cuatro jinetes a lomos de caballos hechos de fuego y metal. Incluso creyó que los acababa de ver atravesando un edificio que inmediatamente después se derrumbó. Se encontraba en el mejor sitio para ver el fin. Pero el calor era insoportable.
A pesar del caos emergido en solo un puñado de minutos, no alcanzaba a oír ningún grito de desesperación, angustia o pavor; era como si todos hubieran huido antes. Sólo el crepitar de las llamas. Y de fondo un pitido, que cada segundo que pasaba se volvía más firme.
Los rayos cesaron pues no tenían nada más que destruir. No se oía nada más que la sirena anunciadora de nuevos días, que continuaba con su cadencia, armoniosa en definitiva. No se veía nada más que oscuridad. No se olía nada más que azufre, ni siquiera dolor.
Pi… pi…Pi..pi..pi.pi.piiiiiiiii

2 comentarios:

  1. "Lucha o rindete pero hazlo en primera fila"
    -No no es mia...mira más abajo...-
    -Bob Dylan-

    ResponderEliminar
  2. Oh jamás leí una cosa así antes!

    ResponderEliminar