A
los malolientes muertos que ha dejado la guerra entre los poetas y
sus musas.
¿Veis
como hay que colgar en la plaza del dogal,
desde
el primer y redondeado pacifistas,
hasta
el último incrédulo hijo de puta?
¿Veis,
con la sangre corriendo, frente a vosotros,
por
vuestros salmos de ángel,
que
no era tan buena idea escudarse en el corazón,
o
en la obertura de su llave?
¡Borregos!
¡Mira
que armarse de tinta borracha,
de
pinceles enajenados,
de
pechos alterados por canciones,
de
pequeñas flores,
que
se deshojan a vuestros suspiros,
como
un reducido grupo de diamantes!
Las
lágrimas gatean,
pasean,
corren.
¡Bien
que lo sabéis!
Como
torneadas veletas de piedra
que
cambian el curso de los vasos de vino,
de
los
arodillados
dispensadores de anillos,
del
centro, por repasar, de los tatuajes de aullidos.
Las
manchas de las jirafas tienen forma de nimbo,
acercándose
por la espalda, a esta cabaña en el río.
A
los abracadabrantes amantes del amor
y
otros festines de basura, con peor sabor pero con mejor destino.
No
caen en vuestra red de saliva, los rastros que podéis ir llamando
“El Futuro”.
En su lazo de manos, en su lucha de payasos,
ninguna
verdad oculta,
ninguna
carta heliográfica,
que
nos deje desnudos y pendiente de los astros.
¡Tened!
¡Sostened!
Asquerosos
ramos sin plumas,
aplopejías
musicales, torcidas ruinas de versos vertebrales.
arreglándose
la nunca con un único cable de
seda
y
te pareciera, ese hecho, la más hermosa de las artes.
¡Que
sí! Por un momento pensaste que sonaba “I Giorni”.
Puede
que estuvieras ciego
o
puede que fuera por la tarde.
Al
bailarín de bullas, al punky adorable,
que
sesteaba sobre el rigor de los clavos
y
no le importo jamás contraer la locura.
De
ninguna de las moradas frutas del pecho.
De
los palacios inimaginables de su frente sucia.
¡Un
crespón le ha pintado una rubia!
¿Quien
toca ahora,
nada más que para los sueños,
la
flauta travesera del agua
con
una mariposa en llamas
posada
en las arrugas risueñas de su mente?
¿Él?
¿“El After Rock”?
Verdaderamente
fue el primero en darse la vuelta
y
en bajar los pies a las alturas.
Pero
creo que no,
creo
que lo que suena es una fortuita
y
entreabierta caja de música.
El
intruso anal, la promesa madura,
el
primer beso inconsciente
en
una noche detallada por las figuras.
El
talento de morder con dientes de piano
y
salir, sin ayuda
de las
manos, de las alas de los grillos,
de
la droga dura del descansillo,
del
pellejo de
mebrillo,
del
camino de visita de la turba.
La
boca en la que se fue la luz
y
se volvió a correr de su sitio la cordura.
El
banco, hecho de madera de árboles que no querían morir,
abrasado,
por no saber leer bien entre tiempos:
La
posibilidad de una daga en el costado,
el
riesgo asumible de nuestros brazos,
la
levedad de las pecas, claras, distintas,
flotando
en tan opaco y distante charco.
¡Eh
banco puesto a un lado y magullado!
Venían
del universo, de un bar repleto,
de
la posible reventa de un concierto de Los Secretos,
del
concurso de citas que todavía no han comenzado.
El
cazador de ranas y sapos, prendido por renacuajos.
“ –Era
otro elemento, el amor, en el que no había pensado”
Príncipes
rescatados por princesas
que
vienen siguiendo su propia trenza
desde
un lejano recuerdo desatado,
y
que cantan, para el deleite de ellos,
mientras
los bajan de la torre del acordeón donde estaban encerrados,
una
canción sobre “El Contador de Historias y un caramelo amargo.”
-Dimas P.L.- También conocido como "D"
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